domingo, 16 de junio de 2019

La literacidad entendida como práctica social

Entrada Bibliográfica: Barton, D., & Hamilton, M. (2004). La literacidad entendida como práctica social. Escritura y sociedad. Nuevas perspectivas teóricas y etnográficas, 109-139.

RESUMEN: 



FOCO DE LECTURA:

El OA 2 de Lengua y Literatura es “reflexionar sobre las diferentes dimensiones de la experiencia humana, propia y ajena, a partir de la lectura de obras literarias y otros textos que forman parte de nuestras herencias culturales, abordando los temas estipulados para el curso y las obras sugeridas para cada uno” (Mineduc, 2016, p. 50). Teniendo esto en cuenta, el texto de Barton y Hamilton (2004) resulta interesante para la enseñanza de la asignatura, ya que no se puede pretender que este objetivo se logre mediante la lectura y análisis de textos puramente académicos. Barton y Hamilton (2004) bien señalan que lo que las personas hacen con los textos se enmarca en una cultura mediada por agentes externos con poder (p. 126) y que esto se expresa mediante la escolarización. Sin embargo, las personas no hacen su día a día solamente en contextos formales, sino que existe una cotidianeidad en la que hay interacción entre el individuo, su entorno y el resto. A partir de esto, existen textos. Es crucial para el docente, entonces, tener en cuenta los textos que se crean en la comunidad en la que sus alumnos están insertos, porque de otra manera sólo se invisibilizarán los textos cotidianos como textos válidos dentro de la sociedad y los estudiantes no tendrán una formación íntegra, ya que se estaría invalidando su propia experiencia humana.

VALORACIÓN:

Para que la escolarización normalice los textos que la gente verdaderamente usa en su día a día, el cambio debe venir desde quienes ejercen el poder. Como bien señalan Barton y Hamilton (2004) “el progreso de los niños con respecto a la literacidad está fuertemente influenciado por la experiencia cultural y lingüística que traen a la escuela de su vida en el hogar y en su comunidad local” (p. 132). Si bien se señala que en el área de la pedagogía existe la intención de integrar a las prácticas letradas los textos de contextos informales, en los medios de comunicación se insiste en demonizar las plataformas virtuales como vías de lectura y escritura válidas (por ejemplo: “¿Las redes sociales afectan el aprendizaje en los jóvenes?” o “Estudio de la UC dice que uso de las redes sociales y celulares baja rendimiento escolar”). De esta manera, siendo que los medios masivos fomentan este tipo de pensamiento, se dificulta la normalización de los textos que se elaboran desde las prácticas sociales cotidianas.
Entonces, cabe preguntarse, ¿desde dónde debe venir el cambio? Si el área de la educación tiene la intención de incluir la cotidianeidad en lo académico, ¿es culpa de los docentes por una pobre contextualización curricular? ¿De la formación academicista de los profesores? ¿De las instituciones a cargo de los medios de comunicación? Todo apunta a que se debe efectuar un cambio cultural, de ideología, pero de nuevo ¿desde dónde debe partir? La lectura de este texto es importante para tomar conciencia de estos elementos, pero la solución a este problema aún parece tener que resolverse de manera individual.


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